El FUKUSABURU
  El caso de los leggins verdes.
 

1.
O'Harrigan.
(por El gran Maestre)
Era un día gris. ¿por qué?, bueno, en las historias de detectives siempre es un jodido día gris, hay niebla y una botella de whisky barato a medio vaciar.

Y allí estaba yo. Peter O'Harrigan, cuarenta y dos años, detective de la sección de malas combinaciones y moderneces, divorciado, 90 kilos de amor irlandés con dos puños dispuestos a repartir besos. La barba de dos días comenzaba a escocerme. 48 horas sin pegar ojo, el cafe ya no vale para una mierda, y las sombras comienzan a teñirse de paranoia.

Dos putos días de interrogar sospechosos, cotejar pistas y seguir rastros de mierda color purpura. Había exprimido casi todos mis soplones, Jaki de Zara, Charrito del Pull& Bear y Catalina la loca de Pimkie.
Estaba rebozado en suciedad y empezaba a temer que no bastaría una ducha para quitarme esa sensación.

Dos putos días antes nos llegó una denuncia, al parecer una nueva moda empezaba a calar entre los jovenes, venía de la misma colombia y unida al perreo y el reggeatton producia un resultado de dolor y sufrimiento. Los leggins. Al parecer podían ser de todos los colores pero en estado puro (los más peligrosos) tienen un color amarillento.
Que cojones le pasa a esta puta ciudad, mierda, antes todo era mucho más sencillo. Hoy día todo está corrupto, mire donde mire no hay más que amarillo con rosa y con gris, rayas con cuadros y calcetines blancos con mocasines.

El mundo está jodido.




2.
McKlasky
.
(por Ratacol).

El sonido de la última canción de Coldplay en mi e-phone de última generación me despertó. Mi cama olia a channel y mis blancas sábanas de saten todavía recordaban el retoce de la noche anterior. Soy Jonh McKlasky de la sección policial de malas combinaciones y moderneces. Soy un policía de la moda.

Al otro lado del teléfono estaba mi compañero O´Harrigan, seguramente obsesionado con el caso de los Leggins. O´Harrigan, el fornido y musculoso irlandes, no había vuelto a ser el mismo desde que su mujer lo dejó. Ahora estaba perturbado. Pobrecillo.

colgué el movil. No quería escuchar su voz de borracho antes de darme mis cremas corporales y hacer mis abluciones. Mientras me duchaba en mi spá personalizado pensé en el bueno de mi compañero. Era un poli honrado. Era un tonto. Con lo fácil que era abrirse paso en aquel mundo mirando para otro lado. Colonia, ropa, mujeres y ratas sin pelo estaban a la alcance del que sabía sonreir, con los dintes blanqueados eso si.

Acabé de colocar mi pañuelo y me dejé un peinado casual y canalla. Era hora de impartir justicia. Lo cierto es que esos leggins daban mucha grima y mis amigos del grupo Inditex me pedían a gritos que acabase con esas tendencias tan sucias e indignas. Para ello me habían mandado a Luanne, la chica/o juguetona de la última noche. Como a mi me gusta. Pago en carne y en vales de descuento para el solarium.

Era hora de manchar mis cuidadas manos, figuradamente claro porque mi pedicura costaba más que la vida de mi compañero. Tras tomar un poco de rapé me dirigí a las calles. Era hora de acabar con los leggins.

El mundo es maravilloso.


 
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